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La gratuidad de la vacuna no significa igualdad de acceso para todos | Opinión

A young person is vaccinated by a clinician

[Nota del editor: Este artículo de opinión fue publicado en el Baltimore Sun a mediados de septiembre por Amy Liebman y el Dr. Ed Zuroweste de MCN. Estamos publicando aquí el artículo de opinión en español con la autorización del Baltimore Sun. Por favor, lea la versión original en inglés aquí.]

Las vacunas bivalentes de Pfizer y Moderna llegarán a Maryland este mes y serán gratuitas para todos. Aunque el gobierno federal pagará por ellas hasta finales del año, esto no será suficiente para garantizar la igualdad en el acceso a la vacuna. Quienes enfrentan continuas barreras para obtener cuidados de salud no las recibirán tal como sucede con muchos en las comunidades migrantes e inmigrantes de Maryland.

Cuando se lanzaron por primera vez las vacunas contra COVID-19 en el 2021, surgieron numerosas barreras que impedían a ciertos miembros de nuestra comunidad tener acceso a la vacuna. Entre estas comunidades están las personas marginadas y desatendidas como los solicitantes de asilo, los refugiados, los inmigrantes recién llegados, los trabajadores agrícolas y los trabajadores de plantas procesadoras de alimentos.

Muchas de estas personas viven por debajo del nivel de pobreza, con trabajos en la agricultura o en plantas procesadoras de pollo y mariscos, pero sin permiso remunerado para ir a vacunarse. A menudo, los migrantes e inmigrantes de las zonas rurales no pueden acudir a sus citas pues la clínica está a kilómetros de distancia de sus hogares o lugares de trabajo. Aún cuando los que viven en ciudades pueden tener mejores opciones de transporte, no pueden pagar su costo. Incluso, las clínicas que operan fuera del horario regular tampoco son una opción para quienes tienen dos trabajos o para quienes no pueden pagar la guardería para los niños.  

Otro factor a considerar es la posibilidad de que los migrantes e inmigrantes no quieran vacunarse. Muchos sienten desconfianza hacia las autoridades de salud dado el abuso que históricamente se ha mostrado hacia las personas de color en EE. UU.  De hecho, algunos temen exponer su condición de inmigrantes. En el 2021, circularon de rumores falsos sobre microchips e infertilidad en plataformas como WhatsApp. Dada la falta de fuentes de información en salud confiables, culturalmente apropiadas y en el idioma preferido, la desinformación ganó terreno rápidamente.

Aun cuando el financiamiento federal para el alcance comunitario y la promoción de información en salud no eliminó todas las barreras, sí las redujo. Los fondos destinados para COVID-19 permitieron a las organizaciones comunitarias, los centros de salud y los departamentos de salud financiar a los trabajadores de salud comunitaria (CHW por sus siglas inglés). Los CHW son miembros confiables de la comunidad a la que sirven. Ellos actúan como un vehículo para promover información en salud en sus comunidades y, también, como un valioso enlace entre los proveedores de salud y las personas desatendidas.

Aquí en Maryland, el Grupo de Trabajo para Poblaciones Vulnerables (Vulnerable Populations Task Force en inglés) -una coalición formada por grupos comunitarios y agencias gubernamentales- se puso en marcha para obtener y compartir con nuestras comunidades equipos de protección personal e información actualizada y culturalmente competente. Los CHW fueron fundamentales en este esfuerzo. Nosotros, en Migrant Clinician Network (MCN por sus siglas en inglés), apoyamos al Grupo de Trabajo con múltiples sesiones virtuales de aprendizaje colaborativo donde se compartía, además de actualizaciones clínicas por expertos en materia de COVID-19, las estrategias utilizadas exitosamente y los nuevos desafíos en el campo de trabajo. Durante el desarrollo de la pandemia, también ofrecimos seminarios virtuales, capacitaciones presenciales, blogs, artículos en general, recursos multilingües adaptables con el objeto de informar sobre lo último en lineamientos gubernamentales, investigación y estrategias, a las organizaciones comunitarias de todo el país que apoyan a los migrantes e inmigrantes, como los de Maryland. Eso facilitó el acceso a la vacuna.

Estos esfuerzos personalizados, promocionados a nivel hiperlocal y encabezados por miembros de las comunidades que recibieron capacitación y asistencia técnica con información veraz y actualizada, fueron muy eficaces. La urgencia inicial para la vacunación fue dominada por las comunidades blancas, pero, gracias en gran parte a los esfuerzos concertados de los CHW y ciertos equipos de alcance comunitario se redujo la disparidad en la vacunación entre las comunidades negras y latinas, e incluso, en algunas comunidades de habla hispana se revirtió. En la península de Delmarva, cientos de personas recibieron respuesta a sus inquietudes y se sintieron seguras de tomar la decisión de vacunarse.

Por supuesto, siguen existiendo numerosos obstáculos. La aceptación de las dosis de refuerzo entre las comunidades migrantes e inmigrantes se ha dado lentamente. Aunado a esto, el lanzamiento de la vacuna bivalente no hará más que aumentar la disparidad en la vacunación, ya que, aun cuando el gobierno federal ha pagado por esta nueva vacuna, ha dejado de financiar las actividades comunitarias de alcance y promoción en salud. De hecho, ya muchos grupos están reduciendo sus actividades de alcance en sus comunidades.

Los trabajadores de salud comunitaria se han quedado sin el apoyo financiero que necesitan para servir a las comunidades migrantes e inmigrantes y, organizaciones como la nuestra, no pueden aumentar sus esfuerzos en dotar a los equipos de alcance si éstos no van a estar allí. Las comunidades continúan teniendo preguntas sobre la vacuna bivalente y no hay promotores de salud de confianza que las responda. Estas comunidades no pueden prestar atención a los artículos de prensa, a las alertas de salud pública y a los anuncios de las clínicas que no estén en su idioma, a un nivel de lectura comprensible y presentados por personas de su confianza, lo que les deja completamente marginados.

Esta crisis de salud pública no ha terminado. En EE. UU mueren aproximadamente 400 personas al día por COVID-19. La vacuna bivalente representa un paso importante en la lucha contra COVID-19, pero sólo si todos avanzamos juntos. Cuando algunos se quedan atrás, cuando se acentúa la vulnerabilidad de los migrantes e inmigrantes hacia la enfermedad, entonces solidificamos no solo las disparidades en salud y el racismo estructural preexistente, sino que también fortalecemos las barreras a las que ellos se enfrentan y es así como los esfuerzos de salud pública fracasan. Los gobiernos -federal, estatal y municipal- tienen que aumentar su financiamiento y hacer que los CHWs sean una parte sustentable y permanente de los sistemas de atención pública y primaria de EE.UU. para que dichas comunidades tengan un acceso real a la vacuna. Sólo así, se distribuirá realmente de forma equitativa.

 

Amy Liebman es directora de la división de trabajadores, medio ambiente y cambio climático con oficinas en Salisbury, Maryland. 

Ed Zuroweste (ezuroweste@migrantclinician.org) es director médico fundador de Migrant Clinicians Network.